La movilización obrera por el día internacional de la lucha de los trabajadores tiene registro desde 1890 y tuvo su materialización en la Argentina en simultáneo con los territorios de mayor organización y lucha proletaria, especialmente en Europa y EEUU.
El capitalismo, en tanto relación social contradictoria, mostraba a fines del siglo XIX la voluntad e identidad de los trabajadores para constituir un sujeto y un programa para la revolución y la emancipación social.
Argentina consolidó su estructura capitalista desde la propiedad terrateniente concentrada, favorecida por el Estado y la ocupación militar de vastos territorios conquistados a los pueblos originarios, junto al ingreso de capital externo y una clase trabajadora mayoritariamente inmigrante desde la segunda mitad del siglo XIX.
La reivindicación principal hacia 1890 remitía a la jornada de ocho horas y a mejoras en las condiciones de trabajo, algo que se mantendrá en las luchas de años siguientes, contestadas con violenta represión, ejemplo de lo cual son las huelgas patagónicas, en el chaco santafesino, o la “semana trágica “en contra de la masacre en los talleres Vasena.
Eran reivindicaciones en contra de la impunidad “gran empresarial”, que venía con jornadas de trabajo en el mundo, que fueron de 16, luego de 12, incluso más en dónde se podía, para recalar en la demanda laboral por una jornada de 8 horas, una temporalidad que a más de un siglo se mantiene, pese al inmenso desarrollo tecnológico, de las fuerzas productivas y de las formas de organización de la producción y la circulación.
Democracia y revolución
Así, el primero de mayo se transformó en una fecha simbólica, expresión de la lucha por reivindicaciones democráticas y revolucionarias de la clase trabajadora en todo el planeta.
Es un recorrido que transita desde la disminución de la jornada laboral a la revolución, por lo que ya temprano, en 1871, la reacción del poder capitalista adjudicó a la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT) la responsabilidad ideológica por la Comuna de París.
No alcanzaba la lucha por reivindicaciones democráticas y la lucha era por el gobierno y el poder.
La fecha del primero de mayo es síntesis histórica de la tradición reivindicativa y revolucionaria que anida en el Manifiesto comunista, en la AIT y en la obra teórica de Carlos Marx y Federico Engels, especialmente El Capital, fundamentación del derecho de los expropiados a la expropiación de los expropiadores.
El primero de mayo es síntesis de la lucha de clases en el régimen capitalista, precisamente desde que las/os explotadas/os promueven la constitución de su proyecto clasista en contra de la explotación.
Claro que desde el origen aparecen distintas concepciones sobre la sociedad a construir y contra quién y cómo luchar. A esa diversidad la llamamos “fragmentación”, que es parte de la búsqueda del camino efectivo para las transformaciones necesarias, democráticas y revolucionarias.
Es un trayecto que puebla de la historia en la tradición anarquista, socialista, comunista, por destacar las principales identidades en el movimiento obrero mundial.
Son búsquedas de un proyecto clasista que recorren la historia de las luchas del movimiento obrero en todo el mundo, con las especificidades nacionales, que en la Argentina se procesa en ruptura con la tradición universal con la emergencia del peronismo hacia 1945, hegemonía desde entonces en la clase obrera y el movimiento popular.
Podemos afirmar que, desde el origen, el movimiento obrero busca su lugar en la confrontación con el poder concentrado del capital, y en ese camino se han construido estrategias y tácticas que animaron el debate entre anarquistas, socialistas, comunistas, en diversas variantes en su interior, incluso, corrientes que reivindicaron objetivos inmediatos y se asocian a una concepción sindicalista, mutualista o cooperativista, en donde también conviven diferentes estrategias y tácticas para su desarrollo.
El capitalismo, en tanto relación social, supone contradicción y confrontación entre las clases sociales propietarias de medios de producción y de quienes solo tienen la posibilidad de ofertar su fuerza de trabajo para obtener compensación dineraria y así resolver en el mercado la satisfacción, a veces, de manera miserable, de los bienes y servicios que hacen a la reproducción de la vida propia y de la familia trabajadora.
La ofensiva del capital
Pero el capitalismo cambió con la acumulación de poder obrero y popular y concedió reivindicaciones, especialmente luego del 1917 y el ciclo de revoluciones hasta fines de los años 70 del siglo pasado, en lo que hemos denominado un tiempo de “defensiva” capitalista.
Muchas son las conquistas del movimiento obrero y popular desde las primeras formulaciones hacia 1848 y que fueron inspiración programática y de consignas de los primeros de mayo desde 1890.
La lucha y organización obrera y popular colocó a la defensiva al proyecto del capital.
Ante esa inmensa acumulación de poder popular, que afectaba seriamente la tasa de ganancia hacia fines de los 60 y comienzos de los 70 del Siglo XX, la respuesta del poder capitalista adquirió la forma de una fortísima y violenta “ofensiva”, la que se desplegó en inicio como terrorismo de Estado en Sudamérica, para constituirse en “modelo” de disciplinamiento del movimiento obrero y popular con la restauración conservadora en Gran Bretaña y EEUU; extendida al mundo europeo en los 80 y al mundo con la caída de la URSS en los años 90 del siglo pasado.
El capitalismo dejaba su temporalidad a la “defensiva” y construía un nuevo tiempo de ofensiva por la universalización del régimen del capital, lo que significaba desarmar las conquistas democráticas y revolucionarias logradas en una lucha más que centenaria.
Ahora, la “defensiva” era del movimiento obrero y popular. Es un tiempo de más de medio siglo de reestructuración regresiva del orden capitalista desde 1973, que tiene su expresión en la flexibilización laboral y salarial, la precariedad del trabajo, la pérdida de ingresos salariales y del conjunto de los sectores populares; con pérdida de derechos sindicales, sociales, colectivos, individuales, agigantando la desigualdad en la apropiación del ingreso y de la riqueza.
Es una dinámica que incluyó la complicidad de las burocracias sindicales, políticas e intelectuales gestadas en tiempo de ofensiva popular, quienes cultivaron una concepción más cercana a la negociación y la conciliación de clases en términos de demandas democráticas, postergando el programa por la revolución.
Cada proceso nacional tiene sus matices al respecto, que bien vale considerar en tiempos de recreación de una estrategia para el movimiento obrero y popular ante los límites de la lógica de acumulación capitalista emergente a la salida de la crisis de los 60/70.
El neoliberalismo, que se inició como ensayo en Sudamérica tiene límite en la crisis capitalista del 2007/09, agravada en tiempos de pandemia y de guerras y militarización del presente, lo que se manifiesta en desaceleración económica en un marco de crecimiento del gasto militar, devastación del medio ambiente, expansión del delito y el capitalismo criminal, con mayor explotación y saqueo.
La ultraderecha y el disciplinamiento para extender la explotación
Nuestra hipótesis, es que otra vez, desde Sudamérica aparece un nuevo ensayo de relanzamiento de la estrategia ofensiva del régimen del capital, y remito al fenómeno de la ultraderecha en el gobierno de Argentina desde diciembre del 2023.
Este primero de mayo del 2024 desafía al movimiento obrero a discutir una estrategia, que más allá de las fragmentaciones de corrientes y tradiciones, recupere una dinámica de ofensiva popular. De modo de levantar un programa diversificado en la lucha de estos años, en donde lo democrático, sea la lucha por el ingreso, las condiciones de trabajo; las demandas del feminismo popular o el ambientalismo en contra del modelo productivo de devastación, y que enlace con la perspectiva de un cambio revolucionario en contra de la explotación y el saqueo.
La ofensiva terrorista de Estado de las dictaduras genocidas del sur a inicios de los 70´, tiene ahora proyecto con consenso electoral, para profundizar la lógica de subordinación del trabajo, la naturaleza y la sociedad al capital, lo que requiere el disciplinamiento de la clase trabajadora a la propuesta liberalizadora del capital.
Es un tema que se juega en el disciplinamiento institucional del régimen representativo y federal a los designios del poder ejecutivo, subordinando y hegemonizando al poder legislativo y al judicial, una dinámica en proceso con el objetivo de consolidarse en próximos turnos de renovación parlamentaria y ejecutiva, hacia el 2025 y 2027.
Hablamos desde la Argentina y la realidad del gobierno de Javier Milei, en tanto reencarnación de un proyecto restaurador del poder oligárquico imperialista que pretende subordinar a las derechas locales en todas sus variantes detrás del programa de máxima del capital trasnacional, con pretensión de constituirse en modelo global para superar la crisis presente del capitalismo.
El movimiento popular en la Argentina, en la resistencia que hoy manifiesta al ajuste y la regresiva reestructuración capitalista, necesita recuperar su historia y desde la diversidad, reagruparse en la construcción de un proyecto político que recoja las tradiciones combativas nacionales y articule con procesos similares en la región y el mundo. Se trata de construir un programa y una estrategia de cara al primero de mayo y su historia, para hacer realidad en el presente las reivindicaciones democráticas y revolucionarias en la perspectiva de una sociedad sin explotación.
Julio C. Gambina
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